[Reseña] Cada corazón, un umbral

A través de sinuosas grietas, escaleras y rincones, surgen puertas... En insospechados lugares... ¡Puertas! Puertas a otros mundos, dimensiones y planos-de inframundo o de ensueño-pero, en el fondo, todos ellos hogares de aquellos que son extraordinarios. ¡Niños extraordinarios!
Éste es el planteamiento del primer volumen de Wayward Children, saga que está elaborando Seanan Mcguire (cuyo cuarto título—en inglés—ya está anunciado para 2019). La primera entrega: Cada corazón, un umbral.
Abramos pues una puerta mágica, y sumerjámonos en la reseña de esta peculiar obra llena de fantasía.

¿Alguna vez habéis pensado que ocurriría tras el retorno de Alicia de su increíble País de las Maravillas? ¿Y Baltasar, de su Historia Interminable? ¿Os imagináis cómo se sentirían estos personajes-si es que realmente fuesen niños-, al regresar a este mundo gélido y ceniciento, infestado de leyes y moralinas? McGuire se adentra en ese agujero, en ese hueco inenarrado. Es más, cada uno de los personajes de este libro se recrea en su paradójico éxodo.

La trama se centra en una serie de "centros psiquiátricos” para niños que han desaparecido misteriosamente, y que, sin embargo, han viajado a otros mundos, y no todos buenos. Uno de estos "núcleos" de salud mental está regido por Miss Eleonor, quien ha experimentado el mismo periplo que el resto de sus miembros. Es allí en donde arriba Nancy Whitman, una viajera a un Inframundo, (como vemos, la autora juega con personajes y ambientes en donde subyace una disparidad morbosa, utilizando colores, expresiones...) Tras de aquí, el argumento se redirige a los increíbles asesinatos que en el centro se están produciendo...

Seanan Mcguire otorga al lector múltiples enfoques de su novela: variedad temática adaptada a la plastilidad de preferencias de un niño grande, reivindicando-con extrema pulcritud y naturalidad-el gusto por lo distinto, extraño y desigual (siempre teniendo en mente los valores dogmáticos). Ensalza a aquellos niños que son diferentes a los demás, que se muestran singulares en su forma de actuar, de vestir, de pensar... Aborda, a través de un juego intelectivo, la defensa de lo más interno y característico del individuo: vivir su sexualidad abiertamente, amando a quien se deseé, sin importar las maneras y el porqué.

Es una novela corta que expira sensualidad y poesía, una carta destinada a la libertad individual, dirigida a nuestro "yo" más profundo. Y para ello, no precisa de adornos innecesarios, de ornamentos imprecisos que barroquicen el estilo: simple, mas detallado; eficaz y certero como las palabras de los que aún no yacen corrompidos por las normas: niños y pre-adolescentes; reflejando, no obstante, sus flaquezas y sus miedos. Todo ello, endulzado por una singular cosmología basada en un sistema de coordenadas de lo más portentoso: Sinsentido, Lógica, Virtud y Maldad.

Al pensar en esta novela corta se nos vienen a la cabeza obras como El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares (quizá sea su influencia más notoria) o la propia saga de Harry Potter; obras defensoras-a ultranza-de los que se muestran únicos y especiales. Pero, resulta ser más que eso: es El Mago de Oz (L. Frank Baum) o La brújula dorada (Philip Pullman). Una delicia exótica y mágica para los amantes del género fantástico.

Aspectos negativos: la trama se ralentiza en determinados bucles argumentativos; por ejemplo: la "vertiente negra" no termina de engancharnos del todo-quizá por su tremenda sencillez-. McGuire va aportando detalles de los homicidios pero, rápidamente vira de rumbo sin ser eximio aquello que le sigue.

Cada corazón, un umbral es una invitación a la fantasía para todos aquellos que se sienten singulares. Una bella y poética novela de ensueño que refleja cómo es el regreso al hogar, y la búsqueda del "verdadero hogar".